Dame la otra pata

En el parque, el niño juega a la pelota con su madre. El perro se acerca al niño, con la pelota en la boca. El niño no se da cuenta, al principio, y después lanza un grito: «¡Mamá, un perro!». Sale corriendo hacia su madre. El perro se da la vuelta. Este niño tampoco quiere jugar.

Solemos salir al parque por las tardes, con un par de juguetes, para que Blacky estire las piernas y se ejercite. Es difícil de cansar; aunque al cabo de media hora, ya persigue los juguetes con menos brío. Pero, indefectiblemente, en algún momento busca otro compañero de juegos «alternativo» a sus amos, para entregarles el plato o la pelota con la esperanza de que se los arrojen para volver a traérselos de nuevo.

No se si todos los perros son exactamente así, pero el nuestro es desde luego muy emotivo. Lo es con las personas; por supuesto con las que conoce, aunque siempre hay categorías. Cuando ve a Gaby se deshace en gritos, carreras, saltos y gemidos, sin que el buen hombre sepa con certeza la razón, salvo que cae especialmente bien a los perros.

A los vecinos y conocidos siempre les saluda, con su ladrido de bienvenida, pero también a los desconocidos. Cuando suena el timbre sale como un cohete hacia la puerta, ladrando como si se fuera a terminar el mundo, y si no le conoces o no estás acostumbrado a los perros, es inevitable retroceder unos pasos ante su efusividad.

Esto casi supone un problema con los repartidores de Amazon, y resulta hasta incómodo luchar y sujetar para que el perro no se abalance sobre el repartidor.

Con las visitas, una vez superados esos primeros momentos de sonoros saludos, la cosa se tranquiliza un poco, y si tiene suficiente confianza, enseguida busca una de las pelotas que tiene almacenadas junto a su comedero y busca a los recién llegados con la esperanza de que se la arrojen para comenzar su rito de lanzar, buscar, traer, y vuelta a lanzar.

Es increíble la variedad de sonidos que pueda llegar a emitir. Poco a poco vas apreciando los diferentes tipos de ladridos, aullidos, gemidos y gruñidos, los momentos en los que los emite y los motivos y significado de cada uno. Si esto no es en verdad un lenguaje, que venga Dios y lo vea.

Establecer una relación de confianza con tu perro es algo que lleva años, tanto por la parte del perro como de la tuya. Con el tiempo y la rutina, ambos sabemos interpretar los momentos y las situaciones para que, al tiempo que disfrutas de los momentos juntos, la cosa no se salga excesivamente de madre.


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