Amanece más tarde, por eso cenamos antes

Un año más nos cambian la hora. Empieza a ser un poco cansino, la verdad.

Cada vez que aplican el cambio, en un sentido o el contrario, es un galimatías. El cuerpo tarda en acostumbrarse, quizás hasta una semana, porque los cambios en la naturaleza son continuos, pero los cambios «artificiales» o humanos, son discontinuos, y por ello, antinaturales.

Más allá de la artificiosidad de estos cambios, en este caso concreto suceden dos cosas:

Se argumenta que el cambio de horario se hace para ahorrar energía. Pero por mas que lo miro, no veo que se ahorre energía de forma alguna. Lo que se gana por un lado se pierde por otro.

Abundando en ello, cuando se hacer algo por un motivo, lo mínimo sería ver si realmente sirve para lo que se dice que sirve. Y también, si como consecuencia de lo que se hace, existen efectos negativos, y si dichos efectos superan a los positivos, haciendo pues que el cambio sea negativo en su conjunto, y por ello «malo».

Curiosamente, cuando se adoptaron estas medidas de cambio horario, parece que no se hicieron muchos estudios. Simplemente, «era mejor». Pero surgieron dudas, y entonces la Comisión Europea realizó un estudio, en 2018, llegando a la conclusión de que el cambio de hora en realidad no ahorra energía, y además que los ciudadanos europeos, por una abrumadora mayoría del 84%, querían que se eliminase el cambio de hora.

Y se hizo una propuesta para eliminarlo, con estos argumentos:

INFORME sobre la propuesta de Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo por la que se eliminan los cambios de hora estacionales y por la que se deroga la Directiva 2000/84/CE

Durante el siglo pasado, el cambio de hora se practicó en Europa de vez en cuando. Los motivos han sido diversos, pero el ahorro de energía ha sido uno de los más recurrentes. Es una de las razones por las que los Estados miembros de la Unión han practicado el cambio de hora estacional por largos períodos de tiempo. La legislación actual de la Unión se aplica desde 2001.
Los estudios muestran que los cambios de hora estacionales afectan al transporte, al mercado interior, a la agricultura, al sector de la energía y a la salud pública, por mencionar solo algunos sectores. Está claro que es necesario un régimen horario unificado para el funcionamiento del transporte y el mercado interior dentro de la Unión.
Sin embargo, en algunos aspectos, los cambios de hora tienen un impacto negativo. En la agricultura, los cambios de hora inciden negativamente sobre las cosechas y el bienestar de los animales, interrumpiendo los biorritmos del ganado; algo que, por ejemplo, afecta al ordeño de las vacas. También tienen un impacto negativo sobre la salud pública, siendo los niños y las personas mayores los más afectados. Los estudios también demuestran que, en general, las personas se sienten peor con el cambio de hora, sufriendo alteraciones del ritmo circadiano, más problemas de sueño y fatiga. Por otro lado, en el sector de la energía ya no es posible percibir beneficios claros de los cambios de hora.

Y después de esta propuesta, ¿qué?.

Nada.

Parece ser que los políticos andan ocupados con otras cosas «más importantes». Dicen que es un problema de «ancho de banda«.

Y no, no penseis que en todo el mundo se hace igual. Hay una enorme diversidad: se puede vivir sin el cambio de hora.

Lo que pasa es que, en el fondo, a los que nos mandan les gusta demostrar su poder. Y, ¿Qué mejor prueba de poder que someter a toda la población a unas condiciones no sólo gratuitas, sino nocivas, para demostrar que son ellos los que mandan?


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *